MISTERIOS

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                 OBJETOS FUERA DE TIEMPO 

OOPARTS (acrónico de la expresión anglosajona Out Of 
Places Artifiacts) u “objetos fuera de su tiempo”. La 
noticia aludía a una investigación científica que 
demostraba que un “martillo fosilizado” –por tanto, 
obra de manos humanas– tenía nada menos que 140 millones
de años. El objeto, por tanto, era infinitamente 
anterior a la aparición del hombre sobre la Tierra.


Lógicamente, hubo debate. Y no es para menos: aquello 
significa que el llamado “martillo fósil” no podía 
ajustarse en ningún cuadro cronológico referente a la 
historia humana y concitaba decenas de preguntas a las 
que resultaba imposible responder: ¿Había sido fabricado
por una humanidad anterior a la nuestra? ¿Lo habían
dejado allí viajeros de otros mundos? ¿Acaso el objeto,
por mor de un inexplicable fenómeno, había viajado en 
el tiempo? ¿No sería que el ser humano apareció en la 
Tierra mucho antes de lo aceptado?

Los OOPARTS generan cuestiones como éstas y otras muchas
, puesto que en ocasiones, estos “artefactos fuera de 
lugar” sí han sido datados en tiempos durante los cuáles
hubo humanos, sólo que los consideramos incapaces de 
haberlos fabricado por la tecnología que denotan, que en
absoluto encajan con el desarrollo científico de 
aquellos hombres. 

Les dejo con algunos de los OOPARTS más sugerentes… 

El martillo fósil

Fecha: Hace 140 millones de años. 
Lugar: Texas (Estados Unidos)
Misterio: Un martillo fosilizado en el interior de una 
piedra datada en la era de los dinosaurios… ¿Quién lo 
fabricó?


Si el término OOPART, que como ya sabe el lector 
significa “objeto fuera de su tiempo”, se aplicara de 
forma genérica a un descubrimiento arqueológico concreto
, sin duda, de entre todos los OOPART, eligiríamos éste:
¡El martillo fósil! 
Basta con mirarlo para darse cuenta de que se trata de 
una herramienta humana. 
Sólo hay un problema, y menudo problema: data de una 
época anterior a la existencia de nuestros ancestros. 

El llamado martillo fósil fue hallado en 1934 muy cerca
de la localidad de London, en estado norteamericano de
Texas. Apareció incrustado en el interior de una roca,
lo que desde un principio obligó a los estudiosos a 
sospechar que tenía una antigüedad extrema. La madera 
del mango del martillo estaba fosilizada y la cabeza, 
de hierro, se fundía con la piedra. ¿Qué significaba 
esto? Sencillo: que el martillo era anterior a la roca. 
Y claro, sólo del vértigo que provocaba tal suposición, 
los científicos decidieron considerarlo un “objeto 
bizarro”. 

Nadie quiso investigar el martillo fósil, que estuvo 
durante mucho tiempo condenado al ostracismo en la 
vitrina de un pequeño museo de Texas, el Museo Somerwell
. Afortunadamente cayó en manos de otros investigadores
que, pese a estar influenciados por ciertas corrientes 
creacionistas, favorecieron la posibilidad de un 
análisis detallado. 

El mango del martillo es de madera, pero dicha madera se
encuentra petrificada. La parte interior, porosa, se
ha transformado en carbón. Precisamente, en aquellos
lares la petrificación de la madera es algo que ha 
ocurrido con cierta frecuencia.

Son bien conocidos los bosques de árboles petrificados 
de Texas, que no son sino la consecuencia de un proceso
geológico normal mediante el cual la madera muy antigua
acaba convirtiéndose en piedra. Para que esto ocurra 
deben haber transcurrido nada menos que 140 millones de 
años. Y si bien el tronco de un árbol en tal estado no 
nos extraña sobremanera, no podemos decir lo mismo
cuando esa madera ha sido trabajada por manos humanas.


Este es el primer dato desestabilizador que proporciona
este objeto. Y es lógico, puesto que los primeros 
homínidos no surgen hasta hace 7 millones de años y no 
fue hasta hace 2 cuando nuestros ancestros comenzaron a 
fabricar herramientas. 

Respecto a la cabeza del martillo, el misterio es 
todavía mayor. Recientemente se han efectuado nuevos 
análisis en el Instituto Metalúrgico de Columbia, en 
donde los investigadores descubrieron que está formado 
en un 96,6 por ciento por hierro, en un 2,6 por ciento 
por cloro y en casi un 1 por ciento por azufre. Tal 
combinación de elementos quiere decir que el objeto es 
de hierro casi puro, algo que sólo puede conseguirse 
empleándose avanzadas técnicas metalúrgicas. 

Además, los investigadores efectuaron varias
radiografías del objeto. Gracias a los rayos X 
dedujeron que durante su fabricación, el hierro empleado
fue purificado y endurecido. Para conseguirlo, es
necesaria la utilización de un tecnología metalúrgica 
muy reciente… 

Pero la roca, tras los estudios geológicos pertinentes, 
resultó tener 140 millones de años, y según señalan los
estudiosos, se sedimentó después de la fabricación del
martillo. 

Los estudiosos separaron la piedra del objeto, lo que 
provocó una muesca en la parte superior de la roca. 
Parecía formar parte de algo parecido al recubrimiento del objeto, lo que indujo a un nuevo análisis. 

Formada por hierro en cuatro quintas partes, la muesca 
contiene silicio, azufre, calcio, potasio y cloro, lo 
que significa que es producto de un proceso poco común. 
Al estar fundida la cabeza del martillo con la roca, se
ha sospechado que dicho proceso podría deberse a que en
tiempos, el objeto estuvo sometido a una presión 
atmosférica distinta de la actual, lo que nuevamente nos 
obliga a pensar en una época remotísima. 

Como explicación natural se ha propuesto la posibilidad 
de que la cabeza del martillo perteneciera al hierro 
procedente de un meteorito. Sin embargo, los elementos 
hallados en la pieza arqueológica no coinciden con los
que sería de esperar de una roca procedente del Sistema
Solar. Además, el proceso posterior habría originado 
impurezas en el metal que no se habrían escapado del 
escrutinio de los laboratorios que participaron en el 
análisis. 

Fuera dudas: estamos ante uno de los objetos más 
desestabilizadores jamás hallados. 

Ha sido datado en una época en la que sobre la faz de 
la Tierra corrían los dinosaurios. Faltaban millones y 
millones de años para que los humanos apareciéramos en 
la escena terrícola. Y sin embargo, manos como las 
nuestras fabricaron y usaron ese martillo.

¿Explicaciones? No las hay. 

           
Lentes de aumento… hace casi 3.000 años.

Fecha: Hace 3.000 años. 
Lugar: Antigua Asiria.
Misterio: Hace miles de años ya existían las lentes… que
sin embargo fueron oficialmente desarrolladas hace muy
poco tiempo. 

A mediados del siglo XIX, un inventó revolucionó la 
ciencia médica: las lentes tiroidales. Su objetivo: 
corregir el astigmatismo. 

A partir de ahí, las esperanzas para que millones de 
personas con problemas en la vista pudieran llevar una 
vida normal cobraron visos de quimera realizable. 
Eso es lo que nos dice la historia… que desde 1966 
habría que escribirla de otro modo. Ahora mismo les 
cuento por qué. 

Antes les pido que echemos un vistazo a las efemérides 
del año 1849, cuando al tiempo que se desarrollaban las
“primeras” lentes, el arqueólogo Austen Henry Layard 
excavaba en el Palacio de Kalhu, la antigua capital de 
Asiria, más conocida como Nimrud. Entre las innumerables
piezas que rescató descubrió lo que desde el principio
le pareció una lente de cristal. 

Una de las caras de la presunta lente era plana; la otra
, convexa. "Posiblemente se trata de la más antigua 
prueba de lente incendiaria y de aumento", dijo Layard,
de cuyas palabras muy pocos se hizo eco. Se quedaron en
un “posiblemente…”
Nadie volvió a plantearse algo parecido hasta el citado
año 1966. 

Tres nombres propios tiene esta singular historia. Por
un lado, Arthur C. Clarke, que no necesita presentación
. Por otro, Robert Temple, profesor de la Universidad de
Louisville y autor de libros como El misterio de Orión,
en donde demuestra que nuestros ancestros poseían 
saberes astronómicos que creíamos propiedad del hombre 
moderno. Cuando Temple conoció a Clarke, éste le 
presentó a un viejo amigo: Derek de Solla Price, 
profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de 
Yale, y como habrán adivinado, nuestro tercer hombre en 
discordia. 

De Solla Price llevaba un tiempo inquieto a propósito de
una extraña pieza que se encontraba –como tantas, 
aburrida en una sempiterna vitrina– en el Museo 
Británico de Londres. Tenía origen asirio y “parecía una
lente”. Se trataba, lógicamente, del mismo objeto que 
descubrió Layard en el Palacio de Kalhu. 

Que Clarke presentara a Temple y De Solla Price no era 
casualidad. El mítico autor había escuchado hablar de la
investigación que tenía entre manos De Solla Price… 
Sabía también que su trabajo sobre la supuesta lente 
estaba atrapado en un callejón sin salida… Y sabía que 
si un hombre podía ayudar en aquella búsqueda, ese debía 

ser Temple. 

La investigación que iniciaron a partir de ese momento 
resultó apasionante. La supuesta lente fue datada en el
año 700 a. C y se descubrió que la pulieron a partir de
una pieza de cuarzo de gran calidad y sin 
imperfecciones internas. Temple describió el material 
como “claro y transparente” y averiguó que a su 
alrededor quedaban pequeñas virutas de metal de lo que 
pudo ser un marco… “¡Una montura!”, acabó exclamando.

Finalmente, el investigador esgrimió su conclusión tras 
años de estudio: "Todo apunta a que se trata de una 
lente de forma tiroidal elaborada a propósito con esta 
forma. Y las lentes de este tipo sólo tienen un uso: 
corregir el astigmatismo." 

Si el profesor de la Universidad de Louisville estaba en
lo cierto, la óptica dio con las primeras lentes para 
ver mejor nada menos que 2.500 años antes de lo que se 
pensaba. 

Aquello fue más que suficiente para que Temple se 
dedicara a buscar más pruebas de la existencia de óptica
avanzada en la antigüedad. 
Las encontró… ¡A cientos! 

Nadie recayó en ellas hasta que Temple –un heterodoxo 
tenía que ser– rebuscó en archivos, museos, colecciones…
Sólo entre las piezas catalogadas que se habían 
descubierto en Cartago descubrió 16 lentes similares a 
la que había estudiado. También las encontró en Rodas, 
en Efeso o en Troya, en donde aparecieron 48 cristales 
pulidos, plano convexos y exactamente iguales que los
utilizados por la óptica moderna. 

Su búsqueda le llevó –cómo no– al antiguo Egipto, en 
donde rescató decenas de lentes, gracias a las que 
expuso sólidas pruebas para demostrar que los míticos 
habitantes de la civilización que se erigió a orillas 
del Nilo desarrollaron una avanzada tecnología óptica.
Decenas de piezas así se lo sugirieron. Lentes, 
cristales, grabados que demostraban su uso… En todo caso
, ¿no habría resultado imposible erigir obras como la 
Gran Pirámide de Keops sin el concurso de teodolitos? 



* Texto extraído del 100 Enigmas del Mundo.
El nuevo libro de Bruno Cardeñosa se publica a finales
de mayo. La que será su quinta obra repasa 100 de los
más impenetrables enigmas del planeta. Desde los más 
irritantes misterios de las civilizaciones desaparecidas hasta los retos más desafiantes a los que se enfrenta la ciencia oficial. Este libro, de más de 400 páginas y 100 fotografías profundiza en asuntos tan diversos como la construcción de las pirámides de Egipto, los túneles secretos de la Esfinge, la tecnología de los mayas, los conocimientos astronómicos de los antiguos pobladores de la Tierra, misterios de la evolución como la aparición de fósiles humanos más antiguos de lo que reconoce la ciencia, las profecías de Julio Verne, los estigmas del padre Pío, la verdadera naturaleza de las apariciones de Fátima o el origen del misterioso artefacto que se estrelló en Tunguska en 1908.   Mundo Misterioso te ofrece las primeras páginas de 100 Enigmas del Mundo, dedicadas a explorar el misterio de los más 
inquietantes hallazgo arqueológicos, aquellos que rompen
todos los esquemas científicos por no ajustarse a lo 
que se conoce hasta ahora sobre nuestro pasado.

                                   
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